Volvemos a la mágica sierra de Aralar, volvemos a sentir esa energía telúrica, magnética, prácticamente indescriptible con palabras, de esta montaña. Hay lugares que te marcan, que forma parte de ti, de manera irremediable, y creo que parte de nuestra alma queda en ellos. Mis viejas botas errantes de bruma y hojarasca, vuelven una y otra vez a sentir bajo sus suelas la hojarasca de los bosques de Aralar, la emoción de sus cimas, la delicadeza, casi pictórica, de sus verdes praderas de altura, la caricia de sus rocas calizas y de su musgo vitalizante, vuelven, en definitiva, a sentir la libertad en estado puro. Ir al blog
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