(EFE). El Auditorio Kursaal se convirtió en una auténtica celebración de fusión hispana con cumbias, boleros y mariachis de la mano de Calexico en la segunda jornada del Jazzaldia, en la que el sinuoso sonido del Ehio-Jazz de Mulatu Astatke inundó el escenario de la playa de la Zurriola.
Calexico, la banda fundada por Joey Burns y John Convertino en Tucson (Arizona) que lleva más de 25 años acercando las dos orillas de Río Grande con composiciones que aúnan el folk del suroeste de Estados Unidos y la música del norte de México, protagonizó un memorable concierto en el que fueron in crescendo la conexión con la audiencia y el ritmo hasta convertir la sala en una fiesta en la que sobraban las butacas.
Durante más de hora y media Joey Burns (voz y guitarra), John Convertino (batería), Sergio Mendoza (teclados y voz), Martin Wenk, trompeta, guitarra), Jacob Valenzuela (trompeta y voz), Scott Colberg (bajo) y Brian López (Guitarra) desgranaron sus temas sobre personajes solitarios y desiertos.
La melodía contagiosa de la cumbia lenta de «El Mirador», el tema que da nombre a su último disco y que la banda grabó en el estudio de la casa de Sergio Mendoza en Boise y El Paso, fue la primera parada de un recorrido que pasó por sones latinos, rock y folk norteamericano a partes iguales.
El ritmo subió de tono en el segundo tema, «La cumbia del polvo», en el que Calexico se adentró en el paisaje del desierto que inspira gran parte de sus canciones.
La combinación de voces en español y en inglés fue una constante en este recital que incluyó también momentos de folk más sosegado junto con boleros como «Inspiración», que interpretó Jacob Valenzuela con hondura de voz y brillantez a la trompeta.
Los de Tucson hicieron un guiño a las bandas sonoras de las películas del oeste en una pieza instrumental dedicada a Arizona en la que las trompetas volvieron a cobrar protagonismo.
Con «Cariñito» parte del público ya no pudo resistirse y comenzó a bailar desde sus asientos, en un arranque que ha continuado con «Flores y Tamales» hasta desatarse una auténtica fiesta que finalizó con «El Burro Song» y varios bises entre ellos «El cuarto de Tula», la conocida canción del son cubano.
En la playa
Aunque también es resultado de una mezcla, en este caso la del jazz con la música tradicional etíope, el resultado es bien diferente en el caso del vibrafonista, percusionista y arreglista Mulatu Astatke, que hoy recibe el premio Jazzaldia 2022 en reconocimiento a su carrera.
Astatke mostró por primera en directo en la capital guipuzcoana las claves del Ethio-Jazz, un género que concibió en los años sesenta, en un concierto que ofreció en la playa de La Zurriola, donde sonó su música hipnótica, misteriosa y evocadora.
El veterano artista, de 79 años, apareció en el escenario con una bufanda con los colores de la bandera de Etiopía y ejerció casi de maestro de ceremonias del extraordinario grupo de músicos que le acompañaba y que llevó el peso del concierto.
James Arben (saxo), Byron Wallen (trompeta), Danny Keane (cello), Ben Brown (batería), John Edwards (contrabajo) y Ricahrd Olatunde (percusión) ofrecieron una exhibición de improvisaciones de jazz que contrastaban con el exotismo del vibrafono de Astatke en un recital con un inconfundible sabor africano.
El exotismo de Astatké dio paso a la música setentara y bailona de Curtis Harding, un soulman que fusiona también el blues con el gospel y el rock para conformar lo que él mismo denomina «slop m’n’ soul».
Pertrechado de sus habituales gafas psicodélicas, Harding insufló de ritmo la Zurriola con su entusiasta «Cant’Hide it» y otros temas de su último album «If Words Were Flowers» así como de sus dos anteriores.
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