La asociación para la defensa del patrimonio, Áncora, ha puesto el acento en el caserió de Astiñene o Zubiburu, construido probablemente entre 1600 y 1650. Está situado en el borde fluvial o «costa» de Egia, al pie del histórico puente de Loyola, que era el más antiguo de la ciudad (recién derribado). Se cree que su nombre deriva de «astilleroene» por estar vinculado en otros tiempos al tránsito y fabricación de embarcaciones.
«Son muchos los donostiarras que lamentan la dejadez en que se encuentra este destacado ejemplo de arquitectura vernácula, uno de los escasísimos edificios anteriores a 1813 que se conservan en la ciudad. Por eso pedimos al Ayuntamiento que aclare cuál es la situación jurídica del inmueble tras las últimas sentencias y a todas las instituciones competentes que hagan lo posible por evitar su ruina y destrucción».
En 2012 la Diputación planteó la posibilidad de declararlo Bien Cultural (BIC). El Ayuntamiento de EH Bildu quiso adquirirlo en 2015 y se encargaron reparaciones a Seom Rehabilitaciones,basándose en un proyecto del Estudio Arkigune. «Es uno de los pocos caseríos protegidos por el PEPPUC y el más próximo a la ciudad, cuyo deterioro se agrava de día en día pese a las sentencias del TSJPV y del Juzgado de San Sebastián, que ordenan su rehabilitación inmediata ¿Por qué no se restaura ya?», se pregunta Áncora.
En 1811 pertenecía a los Condes de Torrealta. Resultó incendiado en la primera guerra carlista y fue reformado aprovechando la estructura original, compuesta por tres pórticos o crujías. «Conserva elementos de gran interés, como restos de una viga tolar para el prensado de la manzana, que combina la función sustentante del edificio y la productiva. Es un caserío fluvial de 11×15 metros concebido como pequeña fábrica de sidra, a diferencia de las grandes explotaciones que tenían como objetivo la autosuficiencia».
«Actualmente la situación de los caseríos de ribera es crítica. En el entorno inmediato se acaba de aprobar el derribo de Matxiñene, se ha desplomado la cubierta de Mantulene y Patxillardegi yace tapiada. Las construcciones tradicionales que prestan soporte a la identidad euskaldun permanecen ampliamente ignoradas por la Administración», critica Áncora.
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