El barco gipuzkoano Aita Mari realizó ayer en el Mediterráneo central el rescate de un bote de madera de pequeñas dimensiones e inestable, sobrecargado con 31 personas muy nerviosas que pedían auxilio. Todas ellas carecían de equipos de seguridad y el riesgo era evidente.
En el grupo viajaban 11 mujeres (3 de ellas embarazadas) además de 10 niños, entre ellos 4 de muy corta edad, e incluso un bebé de 3 meses.
La mayoría de estas personas había partido de Costa de Marfil, Senegal y Guinea Conakry.
Aita Mari pidió puerto acto seguido e Italia se lo concedió en Civitavecchia, muy cerca de Roma, pero a unos dos días de navegación, una situación que aumenta el sufrimiento de los supervivientes que llevan meses, incluso años en unas rutas migratorias «en las que han visto vulnerados todo tipo de derechos humanos».
Salvamento Marítimo Humanitario, propietaria del AIta Mari, recuerda que el Convenio internacional para la seguridad de la vida humana en el mar (SOLAS Convention-1974) señala que en casos de rescate se debe dar el puerto seguro más cercano a la ruta que lleva el barco para reducir al mínimo el tiempo que los supervivientes permanecen en la nave. «Algo que Italia está incumpliendo de forma sistemática con todos los barcos de rescate en las últimas semanas».
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