Según la RAE, la palabra “casualidad” hace mención a una combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar. El derribo de un edificio de la calle Aldamar era cuestión de semanas o meses desde que el bar Rekalde se viera obligado a bajar la persiana en enero de 2019. Finalmente, la operación urbanística se demoró más de lo esperado y las grúas echaron abajo el viejo edificio de la Parte Vieja los primeros días de marzo. No son pocas las personas que se han desplazado hasta la zona para curiosear o simplemente despedirse -ya sin remedio- de la que fue su taberna de referencia durante 17 años.
Casualmente, Agustín Rodríguez, más conocido como “Agus”, anunció en esas mismas fechas otro fin de ciclo, el del bar Pandora de Gros, con una fiesta de despedida que tuvo lugar el 11 de marzo. El azar ha dictado el destino de dos proyectos hosteleros que han estado marcados por un carácter inclusivo, comunitario y sociocultural defendido con pasión por su impulsor. El mensaje difundido en euskera en Twitter llegó por sorpresa. Un jarro de agua fría para sus clientes, en muchos casos amigos y conocidos del equipo de Pandora.
“Seguramente lo que os voy a contar a continuación os dejará perplejos, pero así es la vida”, arrancaba Agus en su explicación de los hechos. “Cuando hace 4 años tuvimos que dar por finalizada la aventura de Rekalde, os dije que, aunque cambiásemos de barco, el rumbo y los objetivos seguirían siendo los mismos. En estos 4 años han pasado muchas cosas. Algunos comprometidos marineros, procedentes de la tripulación anterior, abandonaron el barco. Llegaron otros. Pasamos la borrasca de la pandemia. Y cuando el barco parecía marchar de maravilla, aparecieron los problemas”, relata en su escrito.
“Por un lado”, prosigue, “las condiciones del mar han cambiado mucho estos años. Por otra parte, puede que hayamos introducido demasiada carga en los sótanos del barco. También ha habido algún que otro motín, no lo voy a negar. Y eso me dio que pensar. Y finalmente, el cansancio que supone conducir en soledad me ha llevado al desembarco definitivo. PD: Las tonterías de la vida, nuestro cierre coincide con la demolición del edificio del Rekalde”.
¿Y ahora qué? Dos semanas después de la vorágine emocional, Agustín Rodríguez asegura a DONOSTITIK que, al menos, “a corto plazo”, necesita tomarse un respiro, “descansar y ver el horizonte con cierta perspectiva”. Tras el anuncio sorpresa sobre Pandora, un lugar que parecía ir viento en popa, no cierra las puertas al mundo de la hostelería. Pero por primera vez en un cuarto de siglo, se plantea “nuevas metas y alternativas” en su vida profesional. “Los últimos 21 años, 17 en Rekalde y 4 en Pandora, me han servido para compaginar el trabajo con mi militancia social. En un escenario ideal, me veo haciendo lo mismo en un futuro”.
Rodríguez, de 50 años, nunca ha escondido sus simpatías políticas y adelanta que concurrirá en las próximas elecciones municipales en las listas de EH Bildu de Donostia. Lo hará, eso sí, en el puesto 21, muy alejado de la cabeza, por lo que su inclusión es simbólica. “Mi objetivo no es ser concejal”, afirma tajante. ¿Puede ser este un primer paso para dar el salto a la arena política o a un movimiento de corte social? “No tengo nada en la cabeza, sinceramente. Ahora mismo quiero poner en blanco la mente. Descansaré unos dos o tres meses y seguro que llegará alguna oportunidad interesante”.
El vacío que deja Pandora se suma a una extensa lista de locales y establecimientos con especial arraigo entre la ciudadanía donostiarra que han dicho adiós. Tras las muestras de cariño que ha recibido Agus de muchos clientes y vecinos -“incluidos aquellos que están alejados de mis postulados ideológicos”, apunta-, ha empezado a mirar hacia dentro. Además de enumerar algunas sombras que acechan sobre la ciudad (la gentrificación, la turistificación, el precio de la vivienda), lanza un mensaje en clave local: “Ojalá el cierre de Pandora sirva para hacer una reflexión colectiva y podamos crear otros espacios similares”, afirma.
Primero fue Rekalde y luego Pandora, su extensión en el barrio de Gros. Dos proyectos encadenados y unidos por un azaroso destino que, no obstante, le han dejado a su responsable un “poso precioso”. En ambos casos, el paralelismo se ha hecho evidente, incluso, en el final de su recorrido. “Cuando hace cuatro años tuvimos que cerrar el Rekalde, uno de los señores mayores del barrio me dijo que nuestro bullicio era su tranquilidad. Ahora ha pasado algo parecido. Me han llegado a decir que antes de Pandora la calle Txofre era oscura y triste y que nosotros habíamos aportado alegría”.
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