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Absentismo, fichaje de familiares y un liderazgo débil, claves en la caída de Fagor Electrodomésticos

Tras cinco años del fracaso de Fagor Electrodomésticos, una investigación llevada a cabo en la Facultad de Economía y Empresa

Imagen de archivo. Foto: Fagor

Tras cinco años del fracaso de Fagor Electrodomésticos, una investigación llevada a cabo en la Facultad de Economía y Empresa de la UPV/EHU ha estudiado la gestión de recursos humanos que se siguió en la cooperativa como uno de los factores que contribuyeron a su declive. Igual que muchas empresas aprendieron del éxito de Fagor Electrodomésticos en el pasado, los autores buscan que esa experiencia fallida sirva a otras organizaciones para evitar el mismo final.

La política de reclutamiento preferente de descendientes de los miembros socios de la cooperativa, la creciente tasa de absentismo laboral, un sistema de producción taylorista y la jerarquía de dominación inversa. Esos son los cuatro factores relacionados con la gestión de recursos humanos que ha estudiado un grupo de investigación de la Facultad de Economía y Empresa de la UPV/EHU en relación con el declive de Fagor Electrodomésticos, la que fue una de las cooperativas más importantes de la Corporación Mondragón.

“El fracaso de Fagor ha sido estudiado en numerosos trabajos, y desde luego, las políticas de recursos humanos no fueron la razón principal que la llevaron a la quiebra, pero sí que acrecentaron sus problemas y dificultaron su salvación. Otros estudios académicos no habían tratado estos temas, y pensamos que merecían ser estudiados», explicó Imanol Basterretxea, profesor del departamento de Economía Financiera II y uno de los autores del estudio.

Uno de los síntomas que mejor refleja el deterioro que sufría Fagor Electrodomésticos fue el incremento del absentismo laboral: “pasó de un 4 % en la década de 1990 a casi el 8% en un periodo de diez años, mayor que el absentismo en empresas privadas españolas, y se mantuvo así hasta la muerte de la cooperativa”, relata el investigador. Este dato es opuesto a lo que se observaba décadas antes, y se suponía en una empresa propiedad de sus trabajadores. “Además, eran los socios más jóvenes los que tenían un mayor número de procesos de baja, cuando lo lógico sería que el absentismo fuera mayor entre las personas de mayor edad por el trabajo en cadena que desempeñaban. La mayoría de las personas entrevistadas opinaban que ese absentismo reflejaba la falta de compromiso y satisfacción que tenía el personal joven”, continúa.

En la investigación proponen dos motivos como desencadenantes de esa desmotivación en el personal. Por un lado, “la política de reclutamiento nepotista que se seguía, donde se daba prioridad a los descendientes de socios, dio lugar a que los jóvenes que se incorporaban dieran por seguro su puesto de trabajo, y, además, según comentan muchas de las personas que entrevistamos, hubo problemas a la hora de transmitir la cultura cooperativa y la cultura de trabajo a las generaciones jóvenes”, relata Basterretxea. Y por el otro lado, buena parte de las cadenas de montaje de Fagor contaban con un sistema de producción Taylorista, con tareas poco creativas y repetitivas. “La tipología de estos puestos de trabajo no se considera apropiada para ser realizada por socios cooperativistas, porque chocaba con las promesas de autonomía y participación propias del cooperativismo”, añade.

Por último, en el trabajo también analizaron cómo se generó en Fagor Electrodomésticos “una jerarquía de dominación inversa, sobre todo tras el despido del director de la empresa, Mongelos, por presión del Consejo Social en 2006. Esta jerarquía de dominación inversa, con un liderazgo débil de la dirección, motivó la tardanza en la toma de decisiones duras e impopulares, como el cierre y traslado de líneas a la filial de Polonia, bajadas de sueldo, la realización de horas extraordinarias solidarias (sin sueldo), o reubicaciones a otras cooperativas. La presión que ejercía el Consejo Social se veía acrecentada, además, por la generación de una cultura con un claro desequilibrio entre derechos y deberes. El socio sí se sentía socio trabajador, pero cada vez menos copropietario de su empresa, lo que hacía que utilizara su voto en los órganos de gestión cooperativa más como trabajador (alienado por el sistema de trabajo Taylorista y desmotivado por las medidas de austeridad) que como propietario”.


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