Gilda es el pintxo vasco (¿donostiarra?) por excelencia y cuyo origen sigue siendo un misterio. La versión más extendida dice que este palillo decorado con la triada aceituna-anchoa-piparra nació en el bar Vallés de Reyes Católicos en los años 40. Para redondear la historia, el pintxo estuvo inspirado por la «verde, salada y picante» Rita Hayworth de Gilda, la mítica película de Charles Vidor estrenada en 1948 en el teatro Miramar de San Sebastián. Cierto o no, es un relato redondo y sin fisuras.
Desde hace una semanas, la popular banderilla es también un nuevo espacio cultural situado en el barrio de Gros (José María Soroa, 25) que surge con un doble objetivo. Por un lado, es el lugar de trabajo que «de forma muy natural» han establecido siete personas «con afinidades e intereses comunes» y que, en su mayoría, pertenecen al mundo del diseño gráfico y la ilustración. Pero Gilda (@kaixo.gilda en su cuenta de Instagram) no es un coworking más donde se mezclan talentos distintos en un lugar luminoso y agradable, se ahorran gastos comunes y se desarrolla una carrera laboral en colectividad.
La principal novedad es su carácter aperturista, con un enfoque bastante alejado de las jaulas de cristal en las que suelen estar atrapados los profesionales digitales. Los artistas y colectivos que deseen participar en la programación y actividades previstas son bienvenidos. En los próximos meses, sus miembros tienen pensado «poner el espacio a disposición de otros artistas para crear sinergias a través de actividades, talleres, charlas, exposiciones y eventos».
No es fruto del azar que hayan elegido el barrio de Gros para levantar su cuartel general. «Nos gusta por su ambiente, su cercanía a la playa, sus eventos culturales y espacios artísticos», cuentan estas cinco chicas y dos chicos con edades comprendidas entre los 29 y 41 años. Además de las redes internas que se crean en estas modernas oficinas, quieren tejer una alianza fructífera con su entorno. El propósito es que sea un local dinámico, activo y conectado con el exterior; es decir, «que pueda aportar más valor y vida al barrio».
Gilda son Sandra Garayoa (1993), Maite Rosende (1991), Pierpaolo Lampitelli (1990), Laura García (1992), Ane Zaldibar (1981), Ander Pérez de Arenaza (1991) y Elisabeth Domínguez (1990). El germen del proyecto echó a andar a principios de año. «Decidimos alquilar un espacio juntas para unir nuestras fuerzas e intereses. Estuvimos tres meses trabajando para reformarlo y dejarlo en buenas condiciones». Gilda se encuentra en un momento crucial. Ha sido uno de los 15 proyectos culturales seleccionados este año por el programa Piztu Meta! de la Diputación de Gipuzkoa, una campaña de crowdfunding en la que por cada euro que aportan los contribuyentes, el organismo foral pone otro, así hasta un máximo de 4.700 euros.
«Estamos sorprendidas por la recepción que ha tenido la campaña», afirman. De momento, han conseguido el 40% del objetivo y necesitan «un último empujón» para recaudar 9.240 euros, la cifra mínima establecida para poder seguir adelante con el programa impulsado por el Departamento de Cultura. El dinero tiene la finalidad de «incluir mejoras en el espacio, mobiliario y material para llevar las actividades a cabo y ponerlo todo a punto para la próxima apertura al público». Como es normal, están agitando el proyecto en redes sociales; en todo caso, si no consiguen culminar el presupuesto no será el final de la aventura compartida con nombre de pintxo. «Se ideó antes de la campaña y pretende seguir vivo aunque el crowdfunding no salga adelante», confirman. Piztu META! 2022 invita a la ciudadanía de Gipuzkoa a impulsar 15 proyectos culturales
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