“Formábamos una especie de ele en la que había hasta seis tiendas de discos. Éramos el Piccadilly Circus de San Sebastián”. Roberto Tejada viaja hasta los efervescentes años 70 y recuerda cómo alrededor de la plaza del Buen Pastor afloraron un puñado de comercios que se convirtieron en referencia para los amantes de los vinilos. No era Londres, pero había música por un tubo. De todos ellos (Discos Ayestarán, Radio Ortega…), la tienda que empezó llamándose La casa de la música era la que ofrecía a sus clientes los discos de “corte más modernito”.
La cabeza visible de Musical 72 menciona los “tres pilares” estilísticos de la tienda: country-rock, jazz-rock y el rock sinfónico. A continuación, se recrea en algunos de los grupos más representativos y comunes del género (Eagles, Yes, America, Emerson, Lake & Palmer, The Alan Parson Project), sin olvidarse de la dupla Beatles-Stones, los superventas de los 70 (Neil Diamond, Simon and Garfunkel, Camilo Sesto) y, por supuesto, los trovadores vascos que permanecen vivos en el acervo popular euskaldun, desde Mikel Laboa a Pantxoa eta Peio.
La canción protesta en euskera que congregaba a miles de personas en festivales y actos populares, así como las enseñanzas del locutor Gregorio Gálvez en el mítico programa Club 44 ensancharon su oferta y conocimientos. Musical 72 se había especializado en la venta de vinilos, reproductores y equipos de música agrupados en la sección de alta fidelidad. Cuando Félix Tejada abrió la tienda hace medio siglo, su hijo, Roberto, tenía 13 años. “Con todo el boom de grupos que había entonces, este era un lugar muy atractivo para un chaval. Siempre estaba enredando”, afirma.
Melómano desde muy joven, empezó a echar una mano los sábados por la mañana y en las vacaciones de verano. Estudió electrónica y una vez hecho el servicio militar se hizo cargo del negocio en 1981. Roberto Tejada introdujo cambios que a la postre fueron determinantes . La decadencia del vinilo y la llegada del CD le obligaron a cerrar varias líneas de negocio y se decantó por el mundo de los instrumentos musicales. “Quedaron las secciones más boyantes. Nos fuimos adaptando a los tiempos, lo que creo que ha sido la clave del éxito de nuestra supervivencia”, reflexiona.
Su debilidad por los instrumentos eléctricos (bajos, pianos y guitarras, entre otros) hizo que en la década de los 80 muchos grupos de pop y rock de la ciudad pasasen por el local del Buen Pastor. La lista es amplia. Roberto se detiene en los inicios de la Orquesta Mondragón, cuando el grupo creado por Javier Gurruchaga ensayaba en la tienda y su dueño se quedaba custodiando la puerta de entrada.
Eran otros tiempos, los del triángulo del rock formado por Madrid, Barcelona y San Sebastián. “Teníamos punto de venta de entradas para los conciertos que se hacían entonces”, rememora, y pasa a hablar maravillas de las actuaciones de Genesis en el velódromo y de uno de los padres del sonido Canterbury, Soft Machine, en el teatro Victoria Eugenia.
A raíz del 50 aniversario, músicos y personalidades de distinto pelaje (La Oreja de Van Gogh, Emilio Aragón, Mikel Alonso, Delirium Tremens, Óscar Terol…) se han sumado a la cascada de felicitaciones. Se ha recuperado el nombre original de ‘La casa de la música’, utilizado ahora a modo de eslogan, ya que define las distintas almas de la empresa.
Con el nombre de Audiolan se le conoce a la rama encargada de la imagen y el sonido, especializándose en los montajes audiovisuales de eventos musicales y deportivos, además de llevar a cabo las instalaciones de megafonía en hostelería, teatros y auditorios. Lo que a principios de los 80 empezó siendo algo esporádico y puntual -“con equipamientos muy sencillitos para los jaialdis que hacíamos”-, se convirtió en una potente línea de negocio y terminaron adquiriendo un pabellón para el almacenaje de los equipos.
A pocos metros de la tienda, en la calle Urdaneta, abrieron una escuela de música que llegó a albergar “casi 400 alumnos” en un espacio de 200 metros cuadrados distribuidos en ocho aulas. Funcionó durante más de dos décadas con los métodos Yamaha y Roland, innovadores métodos de enseñanza que “rompían todos los moldes”. La llegada de la escuela municipal de música y danza, con sede en Atotxa, empezó a influir en el descenso del número de estudiantes. Actualmente, el espacio se emplea como “aulas de ensayo” para que los músicos y artistas moldeen sus composiciones.
Hace unos años tuvieron la tentación de abrir una segunda tienda de instrumentos musicales en Bilbao. Finalmente, se decantaron por el centro de Madrid. “Surgió un poco de carambola y nos fuimos liando hasta que la inauguramos hace siete años”, explica. Roberto se siente “orgulloso” de esta réplica madrileña, que comparte no solo el aspecto exterior y todo tipo de detalles decorativos, sino que respira la misma «esencia” en la que brilla una atención personalizada y detallista. “Si algo te funciona, ¿para qué los vas a cambiar?”, dice satisfecho.
Pese al “duro” golpe de la pandemia, del que están intentando darle la vuelta, cuentan con un personal estable de diez trabajadores con el que han formado “una especie de familia”. ¿Cómo será el futuro de Musical 72? “Queremos seguir desarrollándonos, atendiendo a lo que el cliente demanda e intentando ajustarnos. Vamos a potenciar la música lo máximo posible”, adelanta Roberto Tejada.
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