(EFE). Frustración y agotamiento. Son las palabras que podrían definir este final de 2021, en el que el tsunami de la sexta ola ha desbaratado el optimismo que insuflaron las vacunas, recibidas a principios de año como un auténtico maná, y ha difuminado ese final del túnel pandémico que se creía haber vislumbrado hace pocos meses.
Los datos, sin embargo, también reflejan que el efecto de más de un 90 % de la población vacunada tiene su traducción en el número de muertos.
Así, en la semana del 14 al 20 de diciembre de 2020 la incidencia a 14 días estaba en 284 por cien mil habitantes y se contabilizaron 93 fallecidos a causa del covid. Doce meses después, con una incidencia de 1.179 casos, los muertos son 38.
La variante ómicron, que poco a poco desbanca a la delta, podría ser la causante del impulso de esta última oleada, que desde finales de noviembre y fundamentalmente en diciembre registra récords de casos detectados con cifras nunca vistas, superiores incluso a los 4.700 diarios.
El carácter explosivo de la transmisión del virus queda patente si esas cifras se contrastan con las registradas a mediados de octubre, cuando Euskadi registraba una tasas de incidencia de 56 contagios por 100.000 habitantes.
Con estos números, el País Vasco ha vuelto a estar, junto con Navarra, a la cabeza de los contagios con cifras muy por encima de la media nacional, lo que ha llevado incluso a varios expertos a preguntarse por las razones que pueden explicar las incidencias disparadas que se registran en esta comunidad autónoma, especialmente en Gipuzkoa.
Las vacunas
Los vascos encararon el segundo año de pandemia con cierres perimetrales, reducciones de aforo, limitaciones del número máximo de personas y toque de queda a las 22 horas, unas restricciones que formaban parte de la vida cotidiana desde marzo de 2020. Pero en esos primeros días el foco de atención estaba en las vacunas que al fin habían llegado a las residencias de mayores.
Tras los primeros pinchazos simbólicos del 27 de diciembre de 2020, arrancó una campaña que no estuvo exenta de incidencias, como las vacunaciones irregulares de los directores de los hospitales bilbaínos de Basurto y Santa Marina, que se vieron obligados a dimitir.
Pero el virus seguía su curso y ante el empuje de la tercera oleada tras la Navidad, cuyo pico de incidencia llegaría el 2 de febrero con una incidencia de 668 casos, el LABI decretó el 11 de enero el cierre de las provincias así como de los municipios que superaban los 500 casos que además debían clausurar los bares.
La medida fue recurrida por los hosteleros ante el TSJPV, que el 9 de febrero autorizó la reapertura de la hostelería.
Este sería el tercero de los siete reveses judiciales que sufrieron las propuestas de Iñigo Urkullu para controlar la pandemia desde agosto de 2020.
En mayo el TSJPV impidió establecer limitaciones una vez decaído el estado de alarma; en agosto decretó que la mascarilla no era obligatoria en playas, en septiembre colocó en el 60 %, como ocurría en el resto de España, los aforos de los estadios de fútbol y en noviembre no autorizó la exigencia del pasaporte covid para acceder a hostelería y locales de ocio nocturno, una decisión que fue «corregida» por el Supremo tras el recurso interpuesto por el Ejecutivo vasco.
En marzo se abrieron los grandes vacunódromos -en servicio hasta el 30 de septiembre- y las inoculaciones siguieron su curso aunque con «tropiezos» como la suspensión temporal de preparado de AztraZeneca ante las dudas surgidas sobre sus efectos secundarios.
A finales de ese mes se detectan los primeros síntomas de que el virus vuelve a subir hacia su cuarta ola, que alcanzará su pico de incidencia el 26 de abril, con 546 casos y más de 1.000 contagios detectados en un día, con un pico de ingresos medios de 97.
Fin del Estado de Alarma
El 6 de abril el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anuncia el final del estado de alarma a partir del 9 de mayo, una decisión que cuenta con el rechazo frontal del Gobierno Vasco, que llegó a elaborar el 7 de mayo un decreto que incluía el toque de queda y cierres de municipios con alta incidencia, unas medidas que se encontraron de nuevo con la negativa del TSJPV.
Y llega junio. Con el virus en claro retroceso según se avanza en la vacunación la mascarilla deja de ser obligatoria en la calle, la hostelería abre hasta las 2.00 de la madrugada aunque sigue prohibido el consumo en barra y las sociedades gastronómicas y txokos.
Los datos fomentan el optimismo y diferentes representantes institucionales aseguran que la normalidad será relativa durante el verano, aunque los llamamientos a la prudencia siguen siendo la tónica del Gobierno Vasco. La incidencia baja hasta 103 el 26 de junio.
Los primeros signos de alarma se producen de nuevo con los brotes que se registran en Mallorca, Salou y otros destinos turísticos entre jóvenes que han celebrado el fin de la EBAU y que desembocarán en la denominada «ola joven».
La subida de la curva es la más llamativa del año: el 20 de junio se detectaron en la CAV 98 casos y un mes después 1.801, mientras la incidencia pasa de 103 a 873 en ese periodo, una cifra que marca el tope de las registradas en 2021 hasta entonces.
Tras un verano protagonizado por los botellones, y una vuelta al cole relativamente normal con una presencialidad del 70 % en las universidades, la pandemia da signos de retracción hasta llegar a una incidencia de 56,6 casos por 100.000 habitantes en 14 días el 10 de octubre una vez que la tasa de vacunación roza el 90 %.
«Cumplidos los grandes objetivos, es el momento de afrontar la nueva normalidad», señala el portavoz Bingen Zupiria el 5 de octubre, el día que el LABI desactiva la alerta sanitaria vigente desde agosto de 2020 lo que supone la anulación de todas las restricciones.
Se anuncia la vuelta de las ferias de Santo Tomás en Bilbao y San Sebastián, la Tamborrada, entre otros eventos, y parece que la pandemia ha quedado atrás. De hecho el sociómetro revela que la preocupación de los vascos por el covid cae a la mitad en cinco meses.
La sexta ola
Pero el virus vuelve a recordar que sigue activo. A finales de octubre y primeros de noviembre la incidencia supera ya los 100 casos, lastrada fundamentalmente por los datos de Gipuzkoa, mientras en otras comunidades como Galicia no llega a 30.
La curva de casos detectados empieza a parecer una vertical y los enfermos graves se duplican en un solo mes (de 26 a 47) al igual que la incidencia que pasa de 471 a 807. Estas cifras llevan al Gobierno Vasco a declarar de nuevo el estado de emergencia sanitaria el 2 de diciembre.
Veintidós meses de lucha contra el virus, restricciones e incertidumbres dejan además efectos colaterales como la avalancha de problemas psicológicos, sobre todo en los jóvenes, como muestra un informe del Hospital de Basurto que constata que los jóvenes ingresados por problemas de salud mental han aumentado un 50 % desde el inicio de la pandemia
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