Algunos pequeños donostiarras tienen la playa a un kilómetro de su casa y están pendientes de que se la abran mañana. O el parque correspondiente. Y otros chavales, muchos, han descubierto desde el pasado domingo rincones junto a su casa que antes ni miraban al pasar. Enclaves de aventura que antes eran lugares de paso y que ofrecen grandes posibilidades, diversión y desahogo. Los barrios tienen sus tesoros infantiles recién descubiertos. Parecían escondidos. No serán playas ni parques, pero basta la imaginación para pasar una hora estupenda.
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